Desde la Fundación EMET colaboramos con personas profesionales de distintos ámbitos para aportar su experiencia en nuestra área de gestión del conocimiento con el objetivo de que nuestro alumnado pueda nutrirse y aprender sobre diferentes metodologías de intervención y acompañamiento a personas en situación de vulnerabilidad.
En esta ocasión "La pedagogía negra" es uno de los recursos de nuestra formación sobre Menores y Violencia de Género escrito por Carlos García García, psicólogo y arteterapeuta Gestalt, que colabora con la Asociación Deméter por la Igualdad. Esta entidad trabaja con la infancia, las hijas y/o hijos de mujeres víctimas de violencia de género, así como con personas adultas que han sufrido violencia de género y abuso durante la infancia.
La pedagogía negra
A pesar de los avances que se han llevado a cabo en los últimos años a la hora de visibilizar la grabe problemática social que constituye la violencia de género y de los esfuerzos por prestar apoyo y asistencias a las mujeres como víctimas directas de esta violencia, las/os menores se encuentran en una situación de invisibilidad.
La perspectiva social e incluso institucional más extendida acerca de este tema es que las/os menores son testigos de la violencia que sus padres ejercen contra sus madres, porque ven o escuchan las agresiones o son expuestas/os a las situaciones de violencia, sin llegar a concederle a su experiencia traumática de maltrato la importancia que merece. El foco se pone en la madre y las/os hijas/os quedan relegadas/os a un segundo plano.
Este hecho no se circunscribe únicamente a la violencia de género, sino que podemos afirmar que en esta sociedad las/os menores son relegadas/os sistemáticamente a un segundo plano y tratadas/os a través de una "pedagogía negra".
Este término, muy utilizado por la psicóloga Alice Miller, se refiere a que en líneas generales se mantiene la idea de que las/os niñas/os son propiedad de sus padres y madres y que éstas/os pueden hacer con ellas/os lo que quieran.
De esta forma, como veremos más adelante, sufrimos de un adultocentrismo que hace que los derechos de las niñas y los niños estén en la práctica por debajo de los derechos de los adultos. Este hecho se ve recrudecido por la realidad de que las/os menores no tienen voz ni capacidad suficiente para protestar y exigir que se cumplan sus derechos, puesto que dependen de las capacidades y los cuidados de las personas adultas que asumen su tutela y educación.
Según Miller un ejemplo de la pedagogía negra lo constituye la normalización del uso de la violencia física y psicológica para educar y castigar a las/os niñas/os. En otras palabras, si un jefe le pegara una bofetada a un empleado porque considera que ha hecho algo mal, lo veríamos como una aberración y entenderíamos que se denunciara, puesto que además de la violencia física más explícita, se ha producido un abuso de poder. Sin embargo, cuando un padre o una madre pega a su hija/o, no tenemos la misma consideración, a pesar de que el abuso de poder es todavía mayor teniendo en cuenta la vulnerabilidad y la dependencia que poseen las/os niñas/os.
Todavía a día de hoy circulan numerosas ideas en el imaginario colectivo que inducen al maltrato como método educativo y a que las/os niñas/os son malas/os, perversas/os, desafían, y es necesario enseñarles quien manda por la fuerza.
Por otro lado, son muchas las personas que suelen contraatacar a este respecto con mensajes como los siguientes: "a mí me pegaron de pequeña/o y he salido bien". En este sentido, lo que suele ocurrir es que se normaliza el abuso o el maltrato sufrido con el fin de proteger la imagen, el amor y la reputación de los propios padres, eludiendo o menospreciando el dolor que de seguro sintieron de niñas/os cuando eran golpeadas/os o manipuladas/os psicológicamente, les gritaban o les amenazaban o abusaban afectivamente de ellas/os.
Por este motivo es frecuente que aquellas/os padres que fueron castigadas/os y educadas/os con violencia de niñas/os utilicen estos métodos con sus propias/os hijas/os. En resumen, tal y como rezaba un meme que circulaba recientemente por las redes sociales, "si crees que de pequeña/o te pegaban y no te ha pasado nada, sí que te ha pasado: has normalizado la violencia". Al menos en cierto grado. Y no poner conciencia en el daño que te hicieron supone la posibilidad de repetir ese daño cuando ocupas el otro rol, el de poder, el de padre o madre.
No se trata de demonizar a los progenitores que han utilizado estos métodos. Se trata de comprender que han cometido un error que contribuye a la normalización de la violencia contra las niñas y los niños y de que hay que asumir que ser padre, madre o educador/a es una gran responsabilidad que requiere tiempo, paciencia y revisar las propias heridas de la infancia y las ideas sesgadas que nos hemos tragado de manera acrítica.
Estos conceptos son de suma importancia, porque, como veremos detenidamente, influyen en la forma en que la sociedad y las/os profesionales abordan la problemática de la violencia de género en las/os hijas/os. Por lo tanto, para comprender el sufrimiento de estas/os niñas/os es necesario realizar un trabajo de sensibilización, puesto que corremos el riesgo de creer que lo que padecen "no es para tanto". Con ello conseguimos mirar hacia otro lado sin sentirnos culpables, que es lo que venimos haciendo, mayormente, hasta el momento.
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Carlos García,
Asociación Deméter por la Igualdad